Nadie remedia la ausencia del marchado, el exiliado, el que se fue.
No es solo que no esta en presencia sino que además está en otro lado.
Su ser ya no es parte de ausencia, es un vacío con consecuencias desconocidas y huecas. Un sueño frustrado que renace en otro lado porque si, sin capricho pero devastador .
El exilio como metáfora es una flor de piedra que pesa en el corazón de los que deja y de los que ocupa, la insensibilidad agena debe caer derrotada con un nudo en la garganta cuando se escucha su historia.
No tiene glamour ni en principio nada… aparentemente diferente.
El exilio pesa como el plomo y se lleva como el algodón para aquel que tenga vocación. Es un dolor de puñalada en el lado zurdo de su tierra.
Es un no va mas o un hasta siempre y se lleva la bandera como el nombre propio.
Cortar la raíz no es sano ni natural, es viejo y solo vive en los valientes que no se conforman con pedir permiso. Haciéndole honor a la mas humana de las historias desde tiempos muy viejos.
El exilio es en toda regla, un suicido de la identidad natural y la adopción de una nueva ciudadanía universal para siempre.
Que con papeles o sin ellos, que con acento o sin el, que con modismos y sin ellos sobrevive a todo.
